“Sí claro, tú encima dame envidia…”, me contesta Eva nada más recibir las fotos donde vamos a pasar la noche ese día. Estoy guiando un tour y a ella, que en ese momento está dando la merienda a nuestra niña de tres años, le encantaría formar parte de la foto. Tumbada junto a la piscina, por ejemplo.

Indicar de qué tour se trataba en aquella ocasión no es del todo necesario, sino más bien circunstancial; a Eva le gustaría formar parte de cualquiera de los hoteles en los que nos alojamos puesto que, aunque algunos no tengan piscina, cada uno de ellos es un lugar irresistiblemente atractivo para pasar una noche. Y en ocasiones incluso dos.

Lo que Eva no sabe -o sí sabe pero considera intrascendente- es que nosotros, los guías, no disfrutamos de los hoteles como a ella le gustaría hacerlo. Tal vez en alguna ocasión le haya enviado una foto tumbado junto a la piscina, pero eso sucede después de haber revisado las motos, organizado la cena, preparado el briefing del día siguiente, y muchas otras cuestiones que no podemos dejar en el aire.

Resumiendo: la jornada de un guía de IMTBIKE, compañeros, no termina cuando uno suelta sus cosas en la habitación del hotel. No, no, ¡qué va! Desde que arrancamos por la mañana es de lo más normal traer asuntos que acabar de definir cuando lleguemos al próximo destino (más apropiado sería decir dar el último retoque, abrillantar, porque tenemos todo bien definido mucho antes de comenzar un tour) para que al día siguiente todo esté bajo control y no surjan contratiempos.

Mi relación personal con los hoteles es bastante particular; para lo bueno y para lo malo, por supuesto. Me refiero a mi relación con el establecimiento, con la instalación, ya que nuestra conexión con el staff es año tras año más precisa y directa; el personal de cada hotel forma parte fundamental de la familia IMTBIKE y sabe lo que tanto guías como clientes necesitamos en cada momento.

Cuando llego a la habitación, primero inspeccionado cada rincón para saber desde el primer momento dónde están la mesa escritorio, el balcón, qué veo desde la ventana, enchufes… Luego es cuando me lanzo de cabeza hacia la cama que queda más cerca del baño. No existe o no he encontrado una explicación lógica para este asunto, es simplemente una manía que me permite dormir más relajado. De modo que si el compañero no ve inconveniente, que suele ser así siempre, yo soñando cada noche cerquita de le toilette

Que pasemos por diferentes hoteles día tras día también propicia situaciones inquietantes que terminan siendo cómicas. Suele ocurrir que en el hotel de hoy salgamos de la habitación hacia la izquierda camino de recepción pero en el de mañana lo hagamos hacia la derecha. Pues algo tan simple hace que algunos nos sintamos desubicados cuando en lugar de hacia la derecha vamos hacia la izquierda y las referencias del día anterior ya no siguen ahí… Al darnos cuenta y rectificar es cuando llegan las carcajadas y el “nos hacemos mayores”.

Cada guía tiene su hotel favorito. El mío no lo voy a citar, pero sí quiero señalar que no es ni el más lujoso ni el que tiene la piscina más grande ni el buffet más variado. El mayor lujo, aunque no el único, del hotel al que me estoy refiriendo es su personal. El calor con que nos acogen a todos y su predisposición a que la estancia se convierta en una experiencia inolvidable. ¡Sin olvidarnos por supuesto de sus desayunos!